Este artículo, escrito por nuestro director, se publicó en el blog de la Comisión de Consultores de COPARMEX Querétaro.
La esencia de la estrategia es la elección: elegir el rumbo para conseguir una posición competitiva que maximice los resultados de negocio en el largo plazo.
Por definición, la elección tiene aparejada la renuncia: si elijo un camino, estoy renunciando al resto de opciones disponibles. No es posible que ante una bifurcación de caminos, decida ir por el lado derecho y a la vez por el izquierdo; sólo podré ir por uno renunciando al otro.
Sin embargo, en muchas de las decisiones que tomamos cotidianamente dejamos de ver y hacer conscientes las renuncias, sobre todo para decisiones de ejecución rápida y de cortísimo plazo. Por ejemplo, si elijo ir al cine a la función de las 8, es claro que estoy renunciando a las funciones de las 6 y a las 10, pero es fácil esa renuncia porque se ejecuta en un momento inmediato la decisión.
En particular, esto se vuelve un tema trascendente para decisiones que tienen que ver con horizontes más largos de tiempo y de más complejidad por el número de elementos involucrados (varias personas, distintos espacios físicos, etc.). Cuando tomamos una decisión de ese tipo, es importante comunicar la elección para que todos la conozcan, pero es igual de importante hacer explícitas y recordar cotidianamente la renuncia al resto de posibilidades, para asegurar que todo seguimos en el mismo camino.
Esto ocurre con la definición de la estrategia: se llega a un consenso de la ruta a seguir, se comunica, se documenta y se hace visible en la organización; pero el paso del tiempo, las inercias, las agendas particulares, la falta de competencias y la falta de entendimiento del rumbo deseado hace que se sigan haciendo cosas que no van alineadas a la elección hecha; en otras palabras, elegimos sin renunciar a nada, condición que naturalmente provoca el fracaso del rumbo elegido.
Por lo tanto, el trabajo de definición de una estrategia debe ser acompañado de un proceso de alineación organizacional: no sólo la comunicación de las elecciones hechas, sino también revisar y alinear los indicadores con los que mido el desempeño de la organización, las metas definidas para esos indicadores, los instrumentos de medición de evaluación del desempeño de las personas, los procesos de reclutamiento y selección para atraer a las personas deseadas, el plan de capacitación para formar las competencias requeridas y dejar de financiar el desarrollo de competencias que no aportan a la estrategia, desarrollar los proyectos que permitirán construir las condiciones que necesitamos para mover a la organización hacia el rumbo elegido y cortar de inmediato aquellos que ya no contribuyen, revisar los valores institucionales para que realmente creen la cultura que ahora necesitamos, etc.
Sí, es una cantidad importante de trabajo, y por ello la estrategia tiene que entenderse como un proceso continuo en la organización. No hacerlo provocará que la elección hecha fracase, y nos encontraremos en el absurdo de esperar resultados distintos haciendo las mismas cosas de siempre, mientras el entorno y la competencia siguen cambiando y creciendo, por lo que se vuelve un proceso fundamental con sus agendas e instrumentos de gestión propios que, en recompensa, te llevará a ese destino que tienes identificado como una mejor posición para tu organización.